La más reciente andanada de noticias a propósito de las acciones de Humberto Moreira, nos dejan en claro no solamente la consabida poca, escasa o nula memoria de la sociedad mexicana, sino la ya también híper conocida tendencia de nuestros políticos y gobernantes a jugarle al cínico y sinvergüenza.
El ex gobernador no solamente genera distractores que mantienen a la comunidad atenta a cuestiones que en realidad poco son trascendentes y nada debieran de importarnos, sin embargo no se cumple ese propósito ya que el objetivo de semejantes diatribas tiene como fin el de precisamente establecer una línea de inconsciencia en el espectador promedio y por ende en el votante.
Es preocupante cómo las personas somos tan vulnerables. Entre un público informado y otro que no lo está, las únicas diferencias parecen ser los nombres y las preferencias políticas, la mayor parte de las ocasiones. Existen también diferencias sociales, culturales, lingüísticas, educativas y laborales o económicas, -casi nada-. Ya no digamos generacionales, otro casi nada. Sin embargo, el verdadero problema no se debiera centrar tanto allí, sino en la percepción, esa arma divina que para los clásicos significaba tanto a la subjetividad como a la objetividad horizontal con todo y sus paradigmas y simbiosis extra intelectuales. Es indiscutible que el profesor Moreira sabe jugar a las mentiras y para saber jugar a ellas en un ambiente social tan violentado por lo político como el nuestro, se necesita no solamente desfachatez sino protección .
El detalle en lo anterior está justamente en que de la percepción depende la apariencia y por ende la aceptación o rechazo de una idea. En este sentido podemos enumerar y posiblemente clasificar a las tendencias, y si éstas son positivas o negativas; no olvidemos que finalmente muchas encuestas parten de estas premisas e intentan definir a partir de porcentajes un determinado total de percepciones que luego más parecen analogías que resultados infalibles, ya que los verdaderamente infalibles son los que cuentan con la certeza, y por lo pronto la única certeza que podemos enunciar que co-habita en México, es la de la compra de voluntades y el adormilamiento vía grandes medios de comunicación.
Humberto Moreira le jugó a la víctima después de ser un atracador y llora sus penas voz en cuello y publicación en mano para lograr que la percepción social retire cualquier condena por su culpabilidad en el endeudamiento estrepitoso del Estado y desde luego en el asentamiento de la delincuencia en el mismo. No conforme con eso, se inventa un altercado verbal con su hermano, ahora y gracias a él gobernador de Coahuila, con el único propósito de alimentar la “idea” de que realmente se encuentra muy dolido por el asesinato de su hijo. No conforme con eso, nos anuncia su retirada del fango local y además, le endosa un nuevo insulto al gremio magisterial al solicitar una beca al mismo. ¿Lo hace con el propósito de verdaderamente largarse a estudiar? Yo creo que más bien lo hace con el claro concepto de generar otro performance transitorio para distraer a los incautos y poder desde luego afirmar la tendencia -improbable-de que él es inocente; es una pobre persona sometida por las fuerzas de gente mal intencionada que lo involucró en un mega fraude y como él no se ha robado nada, pues queda claro que no tiene dinero ni para irse a estudiar al extranjero (sic).
Mientras se va o no se va, el buen profe que “nantes” nos cuidaba, continúa tejiendo una red de corruptelas y negociaciones a través de su mismo partido político, lideresas y porros, contrata a abogados para “quesque” solucionar algunos asuntos relacionados con Lomas de Lourdes, colonia en la que vive, y arremete contra el ex Presidente Felipe Calderón.
Es evidente que el señor Moreira puede hacer lo que le venga en gana mientras ningún psiquiatra le ponga la camisa de fuerza, ya que la impunidad lo tiene bien consentido, a él y a sus compinches. Lo único que no puede es engañar a toda la población. Afortunadamente habemos muchos que no le creemos y no conformes con ello, esperamos algún día el milagro de la justicia para que pague las que nos debe a todo el pueblo coahuilense, incluyendo a ese sector del pueblo que le sigue aplaudiendo y lambisconeando, esperanzado tal vez en seguir disfrutando de las pequeñas tajadas que son producto de la corrupción, el despilfarro y el hurto.
Así que si piensa que algún día le diremos “Ay! Pobrecito” que mejor se siente un buen rato, así como aparece en la fotografía de esta nota, serio y reflexivo. Tal vez le diremos entonces “Ay! Pobre chito” “regrésale al Estado lo que te robaste”. Esto último ya se lo decimos junto con un fortuito “Sea Hombre”.
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